Album Creo en Tí

GRACIAS

By 9 mayo, 2018agosto 30th, 2022No Comments

Vivimos, creo, en este tiempo una seria crisis de confianza. No basta trabajar duro poniendo el corazón en lo que hacemos, ofreciéndolo para Su mayor Gloria y confiar en que con Su ayuda la siembra dará sus frutos. Hay que correr, apurarnos, vivir persiguiendo algo que no sabemos ni siquiera qué es. Y qué decir de la desconfianza que opaca en muchas instancias nuestras relaciones personales. Desconfiamos del político en campaña que hace promesas imposibles de cumplir en sólo cuatro años; desconfiamos del vendedor desmedidamente entusiasta que (sentimos nosotros) quiere convencernos de comprar el artículo más caro de la tienda; desconfiamos del extraño que entabla conversación con nosotros en el estacionamiento porque, “como andan las cosas hay que estar prevenido que ese es el Nuevo método que usan para asaltar a la gente.”
Y aunque los temores y los recelos no son enteramente infundados, y ya nos dijo el Maestro que fuéramos astutos como las serpientes, también pienso que hay que encontrar un momento para conectar con la confianza y agradecer por ese don. De ahí surge la canción que hoy les compartimos.
Frecuentemente, nuestra visión realista y humana se ve confrontada por el proyecto del Padre, tan incomprensible, distante del nuestro como el cielo de la tierra. De estas luchas interiores está llena la Palabra. Imagino, Por ejemplo, a la viuda de Sarepta, angustiada, desesperada, enfrentándose a la terrible realidad de la sequía, del hambre y de la muerte lenta por inanición que les espera a ella y a su hijo. Se le presenta entonces Elías con el absurdo pedido de que le regale un pan recién asado. ¡no! ¿Cómo se le ocurre esto a este extranjero? ¡Cómo se debe haber revelado su corazón de madre ante este pedido! Quitar el pan de su propia boca para dárselo al extraño, pues bueno, eso es más cónsono con lo del sagrado deber de la hospitalidad, pero quitarle el pan de la boca de su hijo… La viuda responde a Elías como quien conoce la realidad de su vida y la mira de frente: “No nos queda más que un poco de harina y un poco de aceite para hacer dos panes para mí y para mi hijo. Después, moriremos.” Y Dios, a través de Elías, irrumpe en su resignado abatimiento con una promesa casi imposible de creer: “La harina en la tinaja no se acabará, ni tampoco el aceite enel cuenco hasta que vuelva a caer la lluvia sobre la tierra.” Y la viuda se permite creerle y de esta confianza surge la solidaridad con el extraño; y cocina el pan para Elías; y la promesa se cumple.
En el Nuevo testamento, los novios de Caná se enfrentan a otro momento de escasez. No están en peligro de morir de hambre, pero se han quedado sin vino. En la mitad de la fiesta les falta algo esencial para que la fiesta continúe. El vino se les ha terminado, y el vino era símbolo de la vida, de la alegría, y sin alegría no hay fiesta. María, como Elías, confía en que Dios responde a la necesidad del hombre, en que Dios no quiere que la fiesta de la solidaridad y el gozo fraterno se acabe, y por eso lo invoca diciendo: “No tienen vino.” Y como Elías instó a la viuda a que pusiera su confianza en Dios y le preparara el pan con la harina que le quedaba, así María les dice a los criados: “Hagan lo que él les diga.” Y todos, los novios, el maestresala, los criados, y cada uno de los convidados son sorprendidos por la gracia de Dios, que se derrama cuando nos atrevemos a confiar en él. Otro hermoso ejemplo de confianza y generosidad se nos presenta en el muchacho de los cinco panes y dos peces. Los discípulos, que deberían entender mejor el proyecto de Dios, muestran su visión muy humana de la realidad: hay mucha gente, hay que dispersarlos para que vayan a comprar algo de comer, porque aquí no hay comida, únicamente hay un muchacho que sólo tiene cinco panes y dos peces y eso no va a alcanzar para toda esta multitud. Pero el Maestro sabe que alcanza, y ese Dios que multiplica las bendiciones nacidas de la confianza y la solidaridad realiza el milagro. No solamente alcanza, sino que se recogen 12 canastos con lo que sobró. Es el dios de la abundancia que irrumpe en nuestra mezquindad: denles ustedes de comer. Pero el mayor ejemplo de confianza y entrega absoluta nos lo da el mismo Jesús. Sabe su realidad, le pide al Padre que si es posible, no tenga que beber ese cáliz. Pero es hijo fiel y obediente y en la hora suprema cumple la voluntad del Padre y a Él encomienda Su espíritu. Y el milagro ocurre, la muerte no tiene poder sobre el resucitado. Y por todo esto agradecemos: Sorprendidos, deslumbrados, jubilosos hasta el extremo. Porque cuando confiamos en Su palabra, como la viuda de Sarepta, como el muchacho de los panes y peces, como María de Nazaret, sucede lo impensable. Y cuando nos abrazamos a esa entrega perfecta de Jesús, ofreciéndole nuestras humildes entregas cotidianas, vamos abriendo el corazón a Su gracia, y convirtiéndonos, de Su mano, en sal y luz para que Cada día Sea nuestra vida misma un eco de la plegaria que Él nos enseñó: “Venga a nosotros Tu reino y hágase Tu voluntad así en la tierra como en el cielo.”

Voz

Pista

Partitura

Revisión y edición de partitura: Alvaro Granadillo

Gracias – Lead Sheet

Créditos

Letras y Música: Ana Lucía Vlieg
Voz, Arreglos, Teclado y Producción Artística: Patricia Vlieg
Violín: Gerardo Roa
Guitarra: Vilma Esquivel
Contrabajo: Carlos Quirós
Percusión: Eliel Murillo
Congas: Milagros Blades
Grabación y Mezcla: Giulio Jiménez
Asistente de Grabación: Ricky Marchan
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Grabado en Rock and Folk
Panamá, Diciembre 2017

Gracias
Letra y música: Ana Lucía Vlieg 
Arreglo: Patricia Vlieg

Gracias por tantas promesas cumplidas;
gracias por esa locura tan linda
de dar por entero el alma y la vida;
de darnos sin miedo, de amar sin medida.

Porque no se acabaron el aceite en el cuenco,
ni la harina, ni el vino
guardado en las tinajas;
pues si todo en tus manos lo ponemos sin miedo,
sobran panes y peces,
nos inunda tu gracia, Señor.

Gracias por esa  palabra desnuda;
gracias por esa locura tan tuya
de darnos enteros a nuestros hermanos;
de darnos sin miedo  como Tú te has dado.

Porque no se acabaron el aceite en el cuenco,
ni la harina, ni el vino
guardado en las tinajas;
pues si todo en tus manos lo ponemos sin miedo,
sobran panes y peces,
nos inunda tu gracia, Señor… Señor…

Gracias.