Album Creo en Tí

ME VISTE

By 10 abril, 2018junio 21st, 2018No Comments

Y seguimos celebrando la Pascua. Y hoy nuestra canción tiene sabor a encuentro, a cercanía, a intimidad. Inicialmente, la escribí pensando en ese maravilloso encuentro que nos cuentan los evangelios. Zaqueo, un cobrador de impuestos, se sube a un árbol para ver a Jesús cuando pasa. Sabemos que siente curiosidad, podemos imaginarnos todo lo que ha oído sobre Jesús y va animado por un interés con el cual podemos identificarnos. Y de Nuevo, ese Dios de las sorpresas lo deja sin palabras con una frase que lo invita a hacer lo impensado: El mismo Jesús le manda bajar del árbol y recibirle en su casa. ¿Qué? ¿Cómo? Y la pregunta surge: ¿Qué vio Jesús en Zaqueo? Seguramente vio algo que ni el mismo Zaqueo había percibido. Y sorprendido por ese gesto
contundente e inesperado, por esa visita intenpestiva, por esa orden casi invasiva de Jesús, Zaqueo reconoce que para él hay algo Nuevo; y elige la perla de gran valor, la parte que no le será quitada, elige el seguimiento de Jesús. Quise imaginar esa experiencia y me pregunté cómo ella se relacionaba a nuestra propia experiencia de encuentro con Jesús.
Y pensando hoy en lo que iba a compartir, se me ocurre que la Pascua toda podemos leerla a la luz de los encuentros. La vivencia pascual es, principalmente, una experiencia de encontrarse con Jesús. Está la Magdalena que, vencida por la angustia y la desesperación no reconoce al Maestro y, junto al sepulcro de Jesús, hasta lo confunde con el jardinero y se dirige a él para reclamarle le diga, si lo sabe, dónde han Escondido el cuerpo para ella ir a buscarlo. Entonces el encuentro y el reconocimiento se dan al llamarla Jesús por su nombre: “María.” ¡Cuántas veces habrá ella escuchado su nombre pronunciado por esa voz, en cuántas pláticas profundamente iluminadoras, en cuántas bromas que le habrían devuelto el buen humor, en cuántas preguntas y respuestas de la cotidianidad durante los largos viajes mientras los seguía junto al resto de los discípulos por toda Galilea…! Y a esa voz tan querida ella responde reconociéndose discípula y seguidora: “Raboni (maestro)” Está Tomás, el “incrédulo,” el pragmático, el que se dejó convencer por Jesús y se abrazó a ese Nuevo estilo de vida, comunitario e itinerante, pero no se atreve a creer en el testimonio de los que han visto al resucitado. Y aunque Jesús lo reprende por su incredulidad, también lee en el fondo del corazónde Tomás y le concede su deseo: “mete tu dedo en mis manos y tu mano en mi costado.” Este encuentro
no puede ser más claro. No solo Tomás ve al Señor, si no que éste le responde directamente a unas palabras que Tomás ha pronunciado sin estar delante de Jesús. No solo Tomás entiende que Jesús ha resucitado realmente, sino que también se convence de que su amigo y Maestro lo conoce íntimamente, sabe lo que su duda necesita para volverse fe rendida e inquebrantable y declara esa fe con una frase
que ha perdurado a lo largo de los siglos: “Señor mío y Dios mío.” Están los discípulos que caminan hacia Emaús. Aunque tristes y desalentados, comienzan a sentir que sus corazónes arden con un fuego renovado mientras el peregrino desconocido les va explicando cómo el Dios fiel en el que ellos creen cumple Sus promesas. Y al fin, el gesto íntimo, cercano, familiar, el sencillo gesto de partir el pan. ¡Cuántas veces habrán visto a Jesús hacer este gesto y pronunciar la bendición que lo acompaña! Y el reconocimiento los llena de alegría a tal punto que se regresan inmediatamente a contárselo al resto del grupo. Me parece fascinante pensar que no les bastó para reconocer a Jesús el que sus corazones se inflamaran nuevamente con esa pasión profunda por el reino de Dios, no fueron suficientes las explicaciones de las escrituras. Necesitaban el gesto y la mesa compartida.
Y Jesús lo sabía. Y hoy estamos nosotros, curiosos, tal vez, como Zaqueo, angustiados como Magdalena, desalentados como los discípulos de Emaús, prisioneros de la duda y el pragmatismo como Tomás. De cualquier manera, estamos aquí y casi sin darnos cuenta, Él nos sale al encuentro en las ilusiones renovadas, en los conflictos finalmente resueltos y las heridas sanadas a fuerza de tomar riesgos, pedir perdón y perdonar, en la fracción del pan con amigos y extraños cuando acogemos al otro como al Maestro mismo. Y siempre la constante es esa certeza profunda de que, como ayer, hoy Él también nos lee hasta el fondo de nuestra vida, y si nos abrimos al milagro del gesto y el reconocimiento nos oiremos sorprendidos de nuestra propia voz decir con María Magdalena y Tomás: “Maestro, Señor Mío y Dios mío” y como los caminantes hacia Emaús, sentiremos un fuego Nuevo en el corazón, y como Zaqueo nos sentiremos fortalecidos para trascender nuestros límites e imitar al resucitado en Su entrega, Su valentía y Su libertad.

Voz

Partitura

Revisión y edición de partitura: Alvaro Granadillo

Me viste – Lead Sheet

Créditos

Letras y Música: Ana Lucía Vlieg

Voz, Guitarra y Producción Artística: Patricia Vlieg

Grabación y Mezcla: Giulio Jiménez

Asistente de Grabación: Ricky Marchan

*****************

Grabado en Rock and Folk Panamá, Diciembre 2017

Me Viste

Letra y música: Ana Lucía Vlieg
Arreglo: Patricia Vlieg

Me viste;
yo sin saberlo te andaba buscando;
ya me llamaban tu sombra y tus pasos;
sin entenderlo esperaba tu voz.

Me viste;
y te invitaste a comer a mi casa;
y me dejaste encendida una brasa
aquí en el centro de mi corazón.

Te vi;
y defenderme no servía de nada,
pues sentí que, de una sola mirada,
leíste el fondo de toda mi vida.

Te oí;
y era rocío de luz tu palabra;
y fue el anhelo de toda mi alma
ser tierra buena para la semilla.

Te vi;
y no temblaba a tu paso la tierra,
ni te anunciabas con fuego o tormenta;
sencillamente una mesa, Tú y yo.

Te oí;
y como lluvia que baja del cielo,
fue tu palabra agua viva en mi suelo;
y dije: “sí, yo soy tuya, Señor.”.

Me viste.