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CANCION DE LOS CINCO PANES

By 28 mayo, 2018junio 21st, 2018No Comments

Otro de los pasajes del evangelio que nos resulta bastante conocido es el de la multiplicación de los cinco panes. Cuando leía las diferentes interpretaciones que se han hecho de esta escena percibí
que existían dos corrientes principales. Para unos, no hubo milagro como tal. El milagro fue que las personas fueran solidarias unas con otras y pusieran lo que tenían al servicio y la disposición de los
demás. Para otros, el milagro de la multiplicación se dio tal y como nos lo cuentan los evangelios, es decir, el milagro lo hizo Jesús, Dios y hombre al tomar los cinco panes y dos peces en sus manos y
multiplicarlos para que alcanzaran a satisfacer el hambre de la multitud. Y yo me preguntaba ¿Por qué no podrían haberse dado dos Milagros? Si la manifestación de Dios en nuestras vidas cambia las realidades internas y externas y Él puede transformar ambas, ¿por qué no abrazar la idea de que el Dios de los Milagros hizo que ambos Milagros ocurrieran aquella tarde? Imaginemos por un momento el descampado, la gente sentada sobre la hierba suave, el soplo de la brisa, y sobre todo, la voz de Jesús. Cada vez que pienso en Jesús predicando a las multitudes me pregunto cómo sería esa voz que podía llegar claramente a 5.000 personas sin la ayuda de nuestros modernos equipos de sonido. Y en medio de esa prédica los discípulos van sintiendo que el calor del mediodía empieza a apremiar, y la sensación del hambre les indica, como a toda persona práctica que hay que suspender lo que están haciendo, dejar a la gente ir a comer y darse también ellos tiempo para almorzar. Así se lo dejan saber a Jesús, pero él los sorprende con una de esas cosas tan suyas: “Denles ustedes de comer. Y pensaríamos que, a estas Alturas ya tendrían que haberse acostumbrado a esa Mirada del Maestro que los empuja a ver más allá, pero no es así. Puedo casi escucharlos conversando entre ellos: “Oigan, dice el Maestro que no, que no los dispersemos sino que les demos de comer.” “¿Qué? ¿Pero no está viendo la cantidad de gente que es?” “No tenemos la plata para comprar comida para tanta gente.” “Olvídate de la plata, ni aunque la tuviéramos, ¿Tú ves algún sitio donde comprar comida por aquí cerca?” “¿Pero y no te dijo cómo hacíamos para darles de comer?” “No, solo me dijo lo que les estoy diciendo a ustedes.” Y luego los rostros que expresan confusión, extrañeza y algo de irritación (¿Quien no se irrita cuando tiene hambre y en lugar de poder sentarse a comer o ir a buscar alimento tiene que preocuparse por ver de dónde saca comida para 5,000 seres humanos?)
Hasta que alguien dice: Aquí hay un muchacho que tiene 5 panes y dos peces, es decir, aquí hay alguien que se atreve a confiar en que lo poco que tiene, si se lo entrega a Jesús es útil. Ni el muchacho que ofrece su comida, ni los discípulos saben qué ha de hacer Jesús con cinco panes y dos peces, pero a diferencia de los discípulos, el joven tiene algo mayor que cinco panes y dos peces y es la confianza en el Dios de la abundancia, y el permitirse vivir desde esa confianza es ya un milagro. Y Jesús bendice los alimentos, y el Segundo milagro ocurre, como en Sarepta, cuando la viuda se atrevió a confiar en lo que Dios le dijo a través de Elías, como en Caná de Galilea, cuando María confió en su hijo y supo que el Dios de la alegría no dejaría que se acabara el vino, como aquel día que Jesús sanó al paralítico pero antes se encargó de liberar su corazón perdonándole sus pecados, como cuando el milagro de esa fe profunda en los corazones del capitán romano y de la mujer Cananea les valieron los Milagros de la curación de su siervo y su hija respectivamente. Ese Dios de la abundancia, que actúa sobre las realidades del alma y del mundo material quiere que nos atrevamos a confiar en Él, a creer que su gracia es transformadora, que donde, como los discípulos, nosotros no vemos soluciones, Él está ahí, para cambiarnos la Mirada y la perspectiva.
¿Cuáles son hoy nuestros cinco panes y dos peces? ¿Creemos realmente que El Maestro multiplicará lo que pongamos en sus manos si lo hacemos con profunda confianza? Y aunque algunas veces nos sintamos como los discípulos, abrumados y sorprendidos por esa Hermosa locura que es la forma de mirar de Dios, absolutamente amorosa y compasiva, tan distante de nuestra limitada perspectiva, dejémonos fortalecer por el ejemplo de tantos y tantas que han confiado en Él, y trabajado por la paz, por la reconciliación, por la solidaridad, por la defensa de la dignidad humana, poniendo los cinco panes de su esperanza, de su entusiasmo, y hasta de su cansancio muchas veces, pero principalmente, dejando que el mayor milagro ocurra dentro del corazón, de donde, dice el Maestro, nacen lo puro y lo impuro, y donde, insiste la Palabra, están las Fuentes de la vida.

Voz

Pista

Partitura

Revisión y edición de partitura: Alvaro Granadillo

Canción de los Cinco Panes – Lead Sheet

Créditos

Letras y Música: Ana Lucía Vlieg
Voz, Arreglos, Teclado y Producción Artística: Patricia Vlieg
Violín: Gerardo Roa
Guitarra: Vilma Esquivel
Contrabajo: Marino Gómez
Percusión: Eliel Murillo
Repicador: Milagros Blades

Grabación y Mezcla: Giulio Jiménez
Asistente de Grabación: Ricky Marchan
Grabado en Rock and Folk Panamá, Diciembre 2017

Canción de los Cinco Panes
Letra y música: Ana Lucía Vlieg Paulin
Arreglo: Patricia Vlieg

Traigo ante ti mi ofrenda de luz y sombra;
el milagro en tus manos ocurrirá;
traigo una fe que espera por tu presencia;
y mis pasos en busca de tu verdad.

Traigo el duro trabajo de cada día;
el sueño que me anima de sol a sol;
traigo algunas nostalgias y mil recuerdos;
y un ansia de tu reino en el corazón.

Y quisiera poner entre tus manos
mis intentos de ser cada mañana,
un reflejo de tu sonrisa,
un espejo de tu mirada.

Y quisiera, Señor, que multipliques
ese pan del amor que me pediste;
y decir, al fin del camino,
“se cumplió lo que prometiste”.

Hoy traigo para ti toda mi confianza
en que mis cinco panes te alcanzarán;
en que harás vino el agua de mi tinaja;
y mis pocas monedas te servirán.

Y quisiera poner entre tus manos
mis intentos de ser cada mañana,
un reflejo de tu sonrisa,
un espejo de tu mirada.

Y quisiera, Señor, que multipliques
ese pan del amor que me pediste;
y decir, al fin del camino,
“se cumplió lo que prometiste”.