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SI HUBIERAS ESTADO AQUI

By 21 mayo, 2018enero 23rd, 2019No Comments

Creo que uno de los pasajes del evangelio más conocidos es el del milagro de la resurrección de Lázaro. Es de ese pasaje de donde surgen las dos primeras frases de nuestra canción de hoy. Recuerdo que cuando la compuse, me sentía particularmente impresionada por uno de aquellos noticieros donde la violencia, los desastres naturales y toda clase de tragedias nos inundan como una cascada de amargura. Entonces, imaginando la desesperación de las víctimas de tan terribles noticias, me resonó en el corazón, vívida y profundamente humana la frase de Marta la de Betania: “Si hubieras estado aquí…”
Me la imaginé a ella y a María, no precisamente en el momento crítico de la agonía de Lázaro, sino como aparecen en otro pasaje del evangelio. La casa llena de gente, María, deleitándose en la presencia del Maestro, escuchándole, pendiente únicamente de Sus palabras. Marta, afanosa, ocupada, infatigable, pero al mismo tiempo, frustrada y resentida con su Hermana que parecía no considerarla en lo absoluto. De Lázaro no nos habla mucho la Palabra, pero yo lo imagino como una presencia suave y cálida, hospitalario, afectuoso, y sobre todo, profesando a Jesús un profundo cariño.
Estos no son parte de una inmensa multitud. Estos son amigos de Jesús, cercanos a él, aquellos amigos en cuya casa Jesús descansa toda vez que llega a Betania. Con esta visión en el corazón puedo entonces imaginar la angustia y la desazón de las hermanas.
Los tres hermanos aman a Jesús, y saben que, de estar Él ahí, Lázaro se salvará. Y apoyadas ellas en esa fe profunda, envían a un mensajero que le avise al Maestro. ¡Qué largas deben haber sido las horas desde que se fue el mensajero! ¡Qué desesperante la espera! Puedo imaginar la casa, en otro momento iluminada por la voz de Jesús, por Su risa desbordante y Su presencia tranquilizadora; ahora silenciosa y fría. Imagino la impotencia de las hermanas al verse apagar sin tregua la vida del hermano tan querido. Y la pregunta que no debe haberlas abandonado ni un minuto: ¿Dónde está Jesús? ¿Por qué no llega? ¿Vendrá a tiempo?
Y al llegar finalmente Jesús, cuando ya Lázaro ha muerto, Marta sale a recibirlo, y le dice esta frase que hemos repetido tantos de nosotros: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.” Hay en esas palabras mucho de confianza pero también algo de reclamo. Y Jesús recibe a Marta confortándola, y le pregunta por la firmeza de su fe; y así, la hace centrarse en la confianza y no en el doloroso hecho de Su “tardanza” asegurándole que su fe en Él no será en vano, no tendrá que esperar hasta el último día para volver a abrazar a Lázaro. María también repite esa frase al encontrarse ella con Él. Pero a María no le hace preguntas. Conoce a cada una de las hermanas. Conoce lo que cada una necesita para saberse reconfortada y renovada en la confianza. Jesús ve la tristeza de María y de los parientes que la acompañan, y conmovido profundamente, a ella el Maestro no la cuestiona sobre su fe; con ella, el amigo llora.
¡Cuántas veces nos hemos sentido como estas hermanas? Ante el diagnóstico de una enfermedad terminal, ante la pérdida del trabajo, justo cuando el día anterior celebrábamos la llegada del tercer hijo, ante la ruptura de un matrimonio de 40 años, con hijos y nietos que los creían sólidamente unidos, ante la decisión de quitarse la vida de cada vez más jóvenes y niños, decimos como las hermanas de Betania: ¡Si hubieras estado aquí…”
Pero ahí no terminan ni la historia ni la canción. Frente a la tumba, frente a la preocupación de Marta porque su hermano ya ha muerto hace cuatro días y el cuerpo ha comenzado a descomponerse, frente al resentimiento de muchos de los deudos de Lázaro que se preguntan por qué éste que ha dado vista a los ciegos y curado tantas enfermedades no ha evitado la partida del amigo, Jesús da dos órdenes contundentes: “Rueden la piedra.” y luego: “Lázaro ven afuera.”
Y lo imposible ocurre, Lázaro resucita, y hay que desatarlo, y la vida se ha impuesto sobre la muerte, y las hermanas entienden que Jesús no ha llegado tarde, sino que el plan de Dios para sus vidas y la de su hermano era mucho más maravilloso de lo que ellas podían imaginar.
Y por eso escribí la última estrofa de esta canción, porque aún hoy, aunque nuestros hermanos que se han dormido en la esperanza de la resurrección no se levanten del ataúd llenos nuevamente de vida en cada funeral, ni los matrimonios rotos siempre vuelvan a dialogar y a renovar esa promesa de amarse, ni las guerras se detengan enseguida y los secuestrados recuperen su libertad sin una sola herida, ni los que sufren en condiciones de pobreza se vean milagrosamente disfrutando de una estabilidad económica y social, en cada decisión de apostar por la vida, en cada acto solidario, entrar a uno de esos milagros cotidianos donde a pesar de situaciones profundamente duras conseguimos conectar con la ternura, con la gracia, con esa fuerza escondida que llevamos dentro, ahí está el Maestro. Y por eso, podemos seguir creyendo, afirmando que está, que no llega tarde, sino a Su tiempo, y que gracias a El, a Su presencia, a Su acción renovadora, a Su poder que, como a Lázaro, a nosotros también, de alguna manera, nos resucita por dentro diariamente, El milagro de la fraternidad se hace posible.

Voz

Pista

Partitura

Revisión y edición de partitura: Alvaro Granadillo

Si hubieras estado aquí – Lead Sheet

Créditos

Letras y Música: Ana Lucía Vlieg
Voz, Teclado y Producción Artística: Patricia Vlieg
 
Grabación y Mezcla: Giulio Jiménez
Asistente de Grabación: Ricky Marchan
Grabado en Rock and Folk Panamá, Diciembre 2017

Si Hubieras Estado Aquí

Letra y música: Ana Lucía Vlieg
Arreglo: Patricia Vlieg

Si hubieras estado aquí,
no hubiera muerto mi hermano;
si hubieras estado aquí,
mi casa estaría aún en pie;
si hubieras estado aquí,
no habría perdido el trabajo;
si hubieras estado aquí,
mi hijo tendría qué comer.
Si hubieras estado aquí,
el aire no olería a humo;
si hubieras estado aquí,
no habrían matado a mi pueblo;
si hubieras estado aquí,
no habrían quemado mis campos;
no nos habrían desterrado,
si hubieras estado aquí.

Si hubieras estado aquí,
tú nos habrías hecho fuertes
y después de tantos años
no se habría roto mi hogar;
si hubieras estado aquí,
ese muchacho de quince
no viviría en la inconciencia
por una inyección fatal;
si hubieras estado aquí
cuando te traje mis dudas,
cuando aún te sentía presente,
no habría perdido la fe;
si hubieras estado aquí
cuando me acerqué a tu iglesia,
no habría visto dividirse
a ese pueblo orante y fiel.

Si no estuvieras aquí
en medio de tanta muerte,
la sangre de los caídos
no clamaría por la paz;
si no estuvieras aquí
nadie tendería una mano,
nada se rescataría
de entre esta crueldad brutal;

si no estuvieras aquí,
no sé quién me haría valiente
para desechar el odio,
para olvidar tanto mal;
si no estuvieras aquí
no sé quién me enseñaría
después de este sufrimiento
de nuevo a aprender a amar.
Si no estuvieras aquí,
¿cómo sentiría en mi alma
el regalo cotidiano
de saberte junto a mí?;
si no estuvieras aquí,
¿a quién estaría cantando?,
no habría futuro posible,
si no estuvieras aquí.

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